El aislamiento no me alejó, me acercó

“El día 20 de marzo será significativo para siempre en el recuerdo de la gran mayoría de los seres humanos; bueno, lo será para los que quedemos después de la pandemia. Seremos muchos sobrevivientes, como después de todas las pandemias anteriores. 

Esta pandemia no ha sido como las otras; sin embargo, arranqué estos ocho meses peleándome con información falsa y pensando que tal vez tendría algo de tiempo libre; empecé a tomar Sol, a ajustar y rediseñar mis espacios de trabajo, a rescatar ropa que poco me ponía antes, a observar hábitos alimenticios, a escribir más y a preocuparme por el futuro cercano, muy cercano. 

Pensé que bajarían las consultas y que tal vez tendría que hacer ajustes económicos. Tomé una actitud de “un día a la vez”, pero también me propuse revisar la despensa y el guardarropa en busca de no necesitar más de lo que había en el momento. Me acomodé en el trabajo y en la casa, ámbitos que se volvieron un mismo sitio rápidamente. Por cierto, nunca tuve problemas de falta de trabajo; ha sido todo lo contrario. 

Aprendí a pedir entregas a domicilio, a comprar lo que requería de comerciantes locales que comenzaron a lanzar sus productos y servicios al mercado por medio de redes sociales. Abrí una cuenta de Zoom y mis consultas tomaron un aire que me recuerda a la caricatura de la familia de Los Supersónicos; aunque claro, todo esto nos había sido anunciado vez tras vez en lo que aún pensábamos que era ciencia ficción. 

Pospuse un viaje y un día, el 25 de mayo, los restaurantes abrieron de nuevo. Empecé a circular un poco más, a aventurarme fuera de casa y eventualmente a salir de viaje. Los propósitos romantizados de una vida “casera” se aligeraron y el 25 de julio, tomé una decisión radical; mientras tantos negocios cerraban y algunas personas seguían rigurosamente encerrados, me presentaron un espacio, un teatro, que estaba en renta y nació un proyecto nuevo. No, no tengo la certeza de salir viva de esta pandemia. No, no me he cuidado lo suficiente (o tal vez sí, pues no me he enfermado). Sí, perdí a un ser querido; aunque no ha sido directamente a causa de Covid, ha sido una pérdida terrible. Mi vida ahora transcurre entre el vacío y la esperanza. 

Entre el vacío y la esperanza pasan muchos años en pocos días. Los veo en mi mirada, los veo en las miradas de otros. Los sobrevivientes, por el tiempo que lo seamos, siempre cargaremos años, los años que las experiencias nos imponen al tragarlos enteros y sin masticar. Supongo que en los meses que vienen, tal vez en un año más, habremos hecho un poco de digestión; se asentarán las pérdidas, se abrirán los espacios, nos miraremos de lejos o más de cerca; algunos volveremos a abrazar. 

Por hoy me doy cuenta de que requiero volver al 20 de marzo o percatarme de la cercanía del 21 de diciembre, fecha en que el año se cierra y los días comienzan a hacerse cada vez más largos de nuevo.  Me hace falta volver a la despensa y al guardarropa, a tomar el Sol y a ubicar espacios de trabajo. Necesito contemplar la soledad, esa soledad que para muchos se ha agudizado bajo los efectos del miedo y las condiciones adversas”.

Dona Wiseman.
64 años